miércoles, 27 de abril de 2011

"Nada", de Carmen Laforet (Destino)


«Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces».


Cómo explicar mi admiración hacia Carmen Laforet. Quizá porque escribió Nada con tan sólo 23 años (edad que tengo actualmente), o que me siento cómplice de Andrea, o simplemente porque quedé atrapada en las paredes del piso de la calle Aribau.


El libro comienza con un viaje en tren. Andrea, una joven de 18 años, rebelde con sueños e ideales pretende hacerlos realidad en una Barcelona terminada la Guerra Civil, donde comenzará sus estudios en la facultad.


Su existencia, así como su personalidad cambiarán al conocer a los habitantes del piso de su abuela, en la calle Aribau, en el que además de esta viven: su tía Angustias (una mujer fría, envidiosa, que muestra cierto grado de lesbianismo al tratar a Andrea y que acabará recluida en un convento), sus tíos Román y Juan dos hermanos destruidos por la guerra y resentidos con la situación actual. Y la mujer de Juan, Gloria, un personaje tan vulnerable, tan infantil…En ciertos momentos parece que habla su parte más adulta, pero otras se limita a hacer comentarios carentes de racionalidad.


Son unos personajes tan reales, que podemos verlos, sentirlos y enamorarnos de cada uno de ellos. El ambiente en esa casa es asfixiante, lleno de cosas viejas, maloliente, con continuas discusiones, en el que describe los malos tratos de Juan a Gloria, la comprensión de la abuela, y ese artista atormentado que es Román, ese personaje que atrae por su profundo misterio, sus secretos, que vive en el ático del que desaparece durante largas temporadas y nadie sabe a donde va. En ese microcosmos, a alguno de los personajes se le pregunta qué le pasa, qué piensa, qué siente, con frecuencia se obtiene la misma respuesta “nada”.


No es de extrañar que Andrea no soportara esta situación y buscara en la universidad una vía de escape, donde encuentra a Ena (que también se enamorará de Román) y a su familia, de la que formará parte de alguna manera. Es un sentimiento de admiración y le gustaría ser como ella pero en lugar de eso se conforma con la oscuridad de su casa que cada vez odia más. Personaje crucial para entender la historia es la madre de Ena que le confiesa a Andrea su aventura con Román.


Es una lectura que nos transporta a esa Barcelona gris acabada la Guerra Civil, paseamos por sus oscuras calles, estrechos callejones, soñamos con la magia del barrio chino con personajes grotescos… El sentimiento de desilusión se hace presente en toda la novela. Nos transmite una sensación de vacío, de individualismo, cada personaje mira para sí mismo.


Andrea representa a un alma viva, joven que lucha con entusiasmo por salvarse y salvar a otros de esa confusión que es vivir. Se marcha de Barcelona después de un fatídico e inesperado final con la sensación de no llevarse nada, pero en el fondo ella sabe que todo en ella ha cambiado.


«Me parecía que de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida».


Jéssica López Martín.

23 años. Zamora.